martes, 27 de enero de 2009

Si no creyera en la esperanza


De las ideas y los medios de difusión en Cuba


Alexis Castañeda Pérez de Alejo
Hacerse el cuerdo


Decir lo que a todos conviene. Y no dejar de decir nada que a alguien pueda convenir. Que todos encuentren en los diarios lo que puedan necesitar saber
José Martí

La libertad de prensa es la confesión abierta del pueblo hacia si mismo y el reconocimiento limpio y sincero, como es conocido es salvador. Ella es el espejo espiritual en el cual el pueblo se ve a si mismo y el autoconocimiento es la primera condición de la sabiduría
Carlos Marx

La verdad nunca daña una causa que es justa.
Mahatma Gandhi

Sabido es que la salud espiritual de un país se mide por la riqueza y actividad del pensamiento que mueve su ideal social, que su decursar es cada vez más efectivo en la medida en que sea mayor la coincidencia entre el movimiento de estas ideas y el proyecto político en función, sin esta cohabitación el tratado social puede derivar en un proceso de hibernación y decadencia fatal.

Desde esta consideración llamo la atención sobre un problema de suma importancia, de preocupación extrema, y que tal vez sea la matriz o el mayor contribuyente de situaciones planteadas por varios colegas y amigos trabajadores de los medios en los debates de las distintas comisiones previas al VII Congreso de la UNEAC, que luego afloraron en las sesiones del evento. Es la alarmante brecha que se extiende cada vez más entre las ideas que corren y crecen dentro de nuestra sociedad y las que oficialmente se admiten, sobre todo a través de estos medios, que permanecen varados en una abúlica medianía, generadora de esa mala fama y del descrédito que acompaña internamente a la prensa cubana.

Sin dudas el ejemplo más contundente, y a mano ahora mismo, es la llamada guerra de los e-mails o destape del pavonato, situación que permitió la floración y exposición de ideas y criterios muy importantes, verdaderos análisis y hasta propuestas desde el pensamiento de la realidad cubana actual, emitidos por parte de la real vanguardia de la intelectualidad del país. Sin embargo, los medios, los discursos triunfalistas y los espacios de debates, si es que podemos llamar así a los que existen bajo este calificativo, lo ignoraron grosera e irrespetuosamente, propiciando el rumor entre la población de que solo fue un “brete” entre artistas, ni siquiera la revista de la UNEAC, La Gaceta de Cuba se atrevió -o fue autorizada- a publicar o al menos comentar el suceso. De triste y no representativo podemos calificar entonces la declaración emitida a nombre de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

Es conocido cómo la Unión Soviética y el resto del llamado campo socialista se habían convertido en sociedades descreídas de toda información oficial, hasta la más simple noticia cultural resultaba sospechosa, parecía rendir culto a Descartes con aquello de dudar de todo, menos de la existencia de la duda. El escritor avileño Félix Sánchez, que se encontraba allí estudiando en la Escuela Superior del PCUS, testigo excepcional -y pesaroso, aclara él siempre-, del derrumbe soviético, afirma que esta actitud fue un gran aporte al desmoronamiento del aquel intento de socialismo. En un ensayo presentado en una mesa redonda organizada por la revista Temas en el 2004, Félix Sánchez expuso: “Yo no creo que al socialismo europeo lo tumbó su precaria economía, lo tumbó la acumulación demasiado grande de misterios e incongruencias. Creo que el hombre está más preparado para soportar la miseria material que la espiritual”.

Mucho se insiste en que la construcción social en Cuba es diferente, que no ha arrastrado esos catastróficos errores, sin embargo en este ámbito en que actuamos día a día, cada vez aparecen más evidencias de esos errores, también anida aquí el misterio y la mutilación de la verdad, la división entre lo que debe saber y no debe saber nuestro pueblo, una cofradía divina en un “más allá” decide esto, el nivel de la sospecha raya en el irrespeto a la autoridad intelectual. En la citada “guerrita de los e-mails” el escritor Arturo Arango respondía a la guionista y directora del programa Diálogo abierto, Loly Estévez, lo siguiente: “Lo que sí no pude dejar de decirle personalmente al Presidente del ICRT es que no creo en el descontrol como explicación de los tres incidentes, pues tengo más de una experiencia personal para saberlo: como recordarás, cuando me invitaste amablemente a participar en el programa Diálogo abierto en una discusión sobre la cultura masiva —tema sobre el que tanto he escrito y hablado—, se te puso como condición que yo no participara en el programa en vivo, sino que mi intervención fuera grabada tres días antes para que fuera revisada, eventualmente aprobada por instancias de dirección y sólo después yuxtapuesta mecánicamente al diálogo en vivo de los otros tres participantes (Julio García Espinosa, entre ellos), a lo cual, por supuesto, me negué, indignado”.

Se sospechaba y maltrataba así hasta el oprobio una de las más relevantes personalidades de la literatura y el pensamiento cubanos, poseedor de la Distinción por la Cultura Nacional y otros reconocimientos importantes que solo se entregan a intelectuales revolucionarios.

Creo que se debería dar luz a estas ideas y quien quiera rebatirlas que también tenga la oportunidad. Sería una muestra de confianza y fortaleza, una verdadera rectificación, que daría vigor a una batalla de ideas hacia el interior con contendientes precisos y sobre los problemas que se omiten. Sobre esto opinó en aquellos momento el conocido crítico Enrique Colina: “Mesas redondas o cuadradas o rectangulares verdaderamente polémicas que miraran hacia dentro con el mismo rigor crítico con el que se analizan los problemas del mundo imperfecto y torcido fuera de Cuba: con puntos de vista discrepantes y discusiones animadas por la voluntad de llamar las cosas por su nombre, frente a dirigentes que respondan públicamente ante periodistas que les hagan preguntas incómodas sobre esos temas acuciantes cuya solución no sólo depende del bloqueo imperialista ni de la buena fe, sino de decisiones acertadas que demuestren su eficiencia no sólo en el plano ideológico sino en la solución práctica de los problemas y en el mejoramiento del nivel, la calidad de vida y en el reconocimiento del derecho ciudadano inalienable de exigir cuentas de sus representantes”.

Recuerdo, como una de las acciones más ofensivas a la inteligencia nuestra, el ocultamiento del careo entre el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón, una de las figuras más prestigiosas y creídas de nuestra Revolución dentro y fuera de Cuba, con uno de los enemigos más taimados del proceso social cubano, el capo Mas Canosa; el mundo enteró lo vio o lo escuchó, solo los cubanos de aquí estuvimos vetados de hacerlo.

Tal vez fuimos los cubanos, considerados cultos, informados y con gran instrucción política, unos de los pocos del planeta que se sorprendieron con la caída de la URSS y el “desmerengamiento” del llamado campo socialista. Nada en nuestra prensa y nuestros discursos daba entonces señales de la caída de esos “pétreos muros del este” donde la felicidad, se decía, había encontrado su definitivo asiento. ¿Quién dijo que fue Fukuyama el primero en afirmar lo del fin de la historia?

Todavía nos deben disculpas por el ocultamiento de esos errores en la construcción socialista que derribaron a aquellos gobiernos supuestamente queridos y apoyados por sus pueblos. Cómo olvidar el gesto furibundo del poeta y crítico cubano Eduardo López Morales acusando en el programa Tanda del domingo al documental ¿Es fácil ser joven? de tendencioso y parcial el cual presentaba a jóvenes soviéticos integrándose a raros cultos o vendiendo las medallas ganadas en Afganistán; luego “la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos”.

¿Entonces dónde queda ese recurso tan cansón y desacreditado de que no podemos dar armas al enemigo? Como el careo de Alarcón y Mas Canosa y la guerra de los e-mails, muchas otras cosas más ocultadas siempre llegan a la gran prensa enemiga, que sí leen en todo el mundo Cabe entonces preguntar aquí ¿Cuál es ese enemigo al que no se le quiere dar armas? ¿A quién se le teme realmente? El enemigo ya no necesita entonces de mentiras para combatirnos, a él le dejamos la verdad de nuestros errores e inconsistencias que después nos tira a la cara como prueba de nuestro miedo.

En diciembre de 1989, durante varios días los medios nos mantuvieron atiborrados de informaciones laudatorias del General Noriega, que se batía “patriota y valientemente” contra las tropas yanquis que habían invadido su patria. Cientos de estudiantes y trabajadores fuimos acarreados hacia tribunas abiertas en esquinas de todas las ciudades cubanas, un día amanecimos sin tribunas y sin acarreos, los medios se callaron el asunto y hasta los días de hoy. También nos deben esa aclaración, pues mientras se ponderaba al general panameño y el país se paralizaba en solidaridad este suplicaba a las puertas de la nunciatura apostólica de Ciudad de Panamá, luego supimos —por otros medios— que habíamos dejado otra verdad en boca del enemigo.

  


El caso UMAP aún espera por su develación, avergonzados muchos jóvenes tienen que admitir ante extranjeros que no saben de qué le están hablando cuando le preguntan sobre estos hechos, licenciados en historia y en derecho —puedo nombrar ejemplos— se enteraron consternados de aquellas grises páginas en las alusiones que se hicieron en algunos de los célebres e-mails citados antes, en conversaciones de pasillos, o simplemente a través de la “propaganda enemiga”.

¿Qué fue de Edith Reinoso Estévez, aquella emigrada que conmovió al país con su testimonio después de un misterioso regreso a la patria en plenos años setenta? ¿Seguirá en Cuba o tendrá ahora otro testimonio? ¿Qué del niño Ranses del Pino, reclamado por un Comité de la Asamblea Nacional con el querido Dr. Ordaz al frente cuando su padre, el general traidor, se lo llevó a EE.UU? ¿Desmintió el niño nuestros esfuerzos? Las relaciones y recuentos echológicos borran de un plumazo páginas y nombres, como aquel personaje orweliano de “1984”, es penosamente admirable —valga la paradoja— como puede contarse el transcurrir socio histórico por entre vericuetos de omisiones y empataduras temporales que hacen más endebles los argumentos.

No existe el seguimiento noticioso en la prensa cubana, algo que fue —o nos pareció— bueno en determinado momento deja de serlo, pero no se informa, queda entonces el engaño, o la duda. Se inauguran centros importantes con “bombo y platillo”, se ponen en marcha planes que insisten en ser la panacea y soluciones de grandes dificultades, se jerarquizan hasta el cansancio informaciones sobre determinados hechos, poco tiempo después el resultado no es el esperado, el curso de los acontecimientos es otro, en escasas ocasiones esto es reconocido por la prensa y siempre sin profundidad analítica e investigativa de las causas, no hay vocación de haraquiri, se convierte el hecho en un “problema político” que no puede saber el enemigo y errores similares siguen proliferando.

Hace muy poco tiempo seguimos con ansiedad, paso a paso, gota a gota, la construcción de una conductora de agua desde un afluente del Cauto hasta la seca ciudad de Holguín, el día de la inauguración la tubería reventó, al parecer hubo grandes errores en la concepción de la colosal, costosa y necesaria obra de ingeniería; tampoco sabemos si los holguineros ya tienen acceso al agua o todavía la reciben en tanques tirados por locomotoras, y algo no menos importante, ¿quiénes fueron los culpables, qué pasó con ellos? Al parecer el marabú en Cuba creció pocos días antes del 26 de julio de 2007, las noticias anteriores a esta fecha presentaban una campiña como las de aquellas dulces canciones donde una guajirita feliz nos decía adiós con “una manita blanca”.

Fresa y chocolate no se pasaba en la televisión de dentro, aunque por Cubavisión Internacional sí se proyectaba sistemáticamente. Alguien decidió que el televidente cubano (el de dentro) tiene minoría de edad intelectual, y que a pesar de tanta instrucción y nivel de escolaridad, no es competente para ver un filme así. Es algo corriente la existencia de una prensa cubana para el exterior y otra para consumo interno. ¿Conoce el habitante sencillo de este pueblo, ese sin Internet y otros alcances informativos, en que consisten los Protocolos Sobre Derechos Humanos firmados por Cuba a principios de este año, cuál es su contenido? Los de afuera, por supuesto que sí lo saben. ¿Está informado el pueblo sobre la colaboración de CARITAS CUBA, la mayor organización caritativa de la iglesia católica, de sus grandes aportaciones en medicamentos y otras obras sociales en los difíciles días de los noventa, de los comedores parroquiales —con desayunos y almuerzos— que mantiene abiertos, de la atención a niños con desventajas sociales y el programa de apoyo a enfermos con el síndrome de donw y sus familiares que practica esta institución religiosa, de la ayuda a damnificados en las pasadas inundaciones de amplias zonas de la región oriental, entre otras tareas humanitarias que se le ha permitido ejercitar? Tengo derecho a pensar que muchos de los que hoy deben la vida al eficiente y abnegado trabajo del cardiocentro villaclareño no sepan que en su salvación intervino también el esfuerzo de esta congregación religiosa pues uno de los más importantes equipos del hospital fue donado por esta iglesia.

Recientemente visitó Cuba el Canciller español, los medios de prensa hablaron de conversaciones en un ambiente constructivo y de fraternidad, de la disposición de España de ser portavoz e intermediario comprometido en el entendimiento y el diálogo entre nuestro país y la Unión Europea, pero a los “de aquí” no se nos dijo que con Moratinos se fueron también seis disidentes excarcelados por el gobierno cubano, personas juzgadas públicamente por leyes que nosotros mismos aprobamos, similares decisiones se han producido tras la visita de Jesse Jackson, Michele Miterrand y otros ilustres visitantes ¿Acaso es esto una operación secreta o clandestina a espaldas del pueblo cubano?

“El ciudadano necesita saber y hay muchas cosas que impiden a los ciudadanos enterarse de lo que se cocina a sus espaldas y que repercute sin embargo en sus vidas. El ¨ síndrome del misterio ¨ que se cuestionaba en un Congreso de Periodistas hace 20 años, ¿seguirá activado?”, se preguntaba otra vez Enrique Colina.

Hugo Rius, periodista de la Agencia Informativa Prensa Latina alertaba en la asamblea del VIII Congreso de la UPEC de la estructura ramal de la prensa escrita, reunida el pasado 26 de mayo en la Sala Universal de la FAR: “Los medios de prensa cubanos podrían perder credibilidad si ofrecemos informaciones incompletas, si dejamos vacíos ostensibles que luego vayan a ser cubiertos por las fuerzas hostiles a la Revolución o por la turbia especulación callejera. Nos exponemos a ello si hacemos divulgaciones apologéticas de algo que luego la población no palpa con sus manos”.

“Al enemigo le exigimos datos, les viramos al revés sus estadísticas, especulamos con sus destinos —aporta Felix Sánchez. Pero esa inteligencia se torna canto y loa si se trata de echar una mirada sobre la obra que construimos (…) La apologética demostró que no era pariente solo de la teología”.

Sobre los medios de difusión cubanos y la cultura e ideas que a través de ellos puede salir, otra puntera cita. Dijo Leonardo Acosta, musicólogo, ensayista y Premio Nacional de Literatura 2005 en el mensaje de adhesión a la crítica al pavonato: “Desde 1959 a nuestra fecha, el ICRT se ha caracterizado por ser el organismo mediático y cultural (????) que ha gozado, o más bien que ha sufrido el castigo de tener los dirigentes más mediocres y/o más descarnadamente abusivos e irresponsables del país, casi siempre ajenos al periodismo y la cultura, o indiferentes hacia ambas profesiones”.

Estos problemas no solo son debatidos por las esquinas del país, también han sido motivo de análisis en asambleas, talleres, eventos, congresos, etc. Pero los medios siguen allí, en las estancias fortificadas de su conservatismo, altaneros e indiferentes, no sintiéndose aludidos, o considerándose protegidos en la distancia en que elucubran sus políticas informativas, siempre mirando primero hacia arriba, en el posible regaño, o la aprobación, que desde allí pueda venir, antes de pensar en los receptores, los supuestos dueños y sus verdaderos intereses, y sobre todo en sus posibilidades como opinantes activos de la sociedad. Al borde de la incredulidad y hasta del escepticismo hemos escuchado a directivos u otro personal determinante de lo que sale por la radio, la prensa escrita y la televisión dar cifras de críticas, como el cumplimiento de un plan previsto, estas casi siempre no pasan de algunos asuntos de moda, como la burocracia, desajustes en la gastronomía o eso que ahora llaman “indisciplinas sociales”, nunca van más allá, a las causas verdaderas de las actitudes, a los móviles psicosociales de las conductas, al verdadero ámbito de las ideas, develamiento que propiciaría “cambiar lo que debe ser cambiado” y establecer todo lo que “fortalezca éticamente a la revolución”.

Esta práctica crea la costumbre de la doble moral, la utilidad de la mentira —que no de la virtud martiana. Más allá de los obstáculos económicos conocidos, las dificultades pueden ser también consecuencias de malas políticas ministeriales —lo del Ministerio de Educación era vox populi menos en los medios—, de concepciones económicas triunfalistas, del detenimiento en teorías y prácticas manualizadas, en la no apertura a la colectividad de propuestas y de sugerencias que pueden salir de los señalamientos de lo mal hecho. El sistema de salud cubano urge de una intromisión crítica, sin embargo se mantiene envanecido en una imagen que cada día se desdibuja más, así también el sistema de Casas de Cultura, la política de cuadros —problema agudizado sobre todo en el ámbito cultural—, el plan de construcciones de viviendas, etc. Vivimos continua y activamente dentro del pueblo y sabemos que esa Federación de Mujeres Cubanas, Unión de Jóvenes Comunistas y Comités de Defensa de la Revolución, por ejemplo, que describe la prensa, no existen, no los encontramos, al menos en esa dimensión edulcorada e idílica que se publica, que es solo una estadística rutinaria, una ficción mediática. Bueno sería aplicar y dar luz a una encuesta sobre el conocimiento y real interés que tiene el ciudadano, sobre todo los jóvenes por estas organizaciones y sus dirigentes, hasta donde los unen y representan. Tímidamente escribía el colega Ricardo Ronquillo Bello —auque saludo la excepción— en la edición dominical de Juventud Rebelde del 25 de noviembre de pasado año que entre otras cosas, al Poder Popular en la base se le había “escapado el respeto”

Precisamente en el VII Congreso de la UNEAC uno de los blancos más asaeteados por la crítica fue la llaneza insoportable de los medios, su triunfalismo y mediocridad, en primer lugar el ICRT, organismo que solo estuvo representado por su Vicepresidente (Tal vez no estaba programado un pase de cuenta público, con bochorno incluido, al estilo del sufrido por el Ministerio de Educación). Vale citar la intervención del popular cantautor y escritor Amaury Pérez Vidal, intervención también silenciada por la prensa en su resúmenes y reportes como ha denunciado el propio Amaury: “Del 50 al 59 yo sabía en manos de quien estaba la televisión y la radio, era en las de Goar Mestre, porque era el dueño, pero en los últimos años, ¿en manos de quién ha estado la Televisión? porque en las manos del pueblo no ha estado, en las manos del Ministerio de Cultura no ha estado y por lo que escucho, tampoco en las manos de la UNEAC (…) ¿Se han fijado ustedes que en los medios impresos y electrónicos que constantemente atacan a las instituciones culturales criollas, a nuestros dirigentes, a los artistas de prestigio comprometidos con la Revolución, digo Cubaencuentro y sus sucedáneos, el Nuevo Herald y todos los referentes electrónicos de pacotilla que circulan por la red jamás se cuestionan a nuestra televisión y a nuestra radio? ¿No será que consideran que el ICRT les está haciendo internamente el trabajo a ellos, al enemigo, y por eso debe ser intocable?”.

Aclaro que extraje de entre tantas buenas citas exactamente estos fragmentos porque precisamente coincidían con mis opiniones, con mis conjeturas acerca del tema, del cual soy testigo de causa como creador y periodista. Suscribo absolutamente esta manera de pensar y estos criterios. Y para ser fiel al estilo reincido con otra opinión que he compartido en múltiples ocasiones con el escritor de Ciego de Ávila: “Nuestra sociedad hoy día, merece un sondeo visceral. Un sondeo crudo, valiente, audaz, inaplazable. Sobre todo inaplazable, porque postergar el debate será arriesgar irresponsablemente la salud de la Revolución misma”. “De las más profundas divergencias saldrán las mejores soluciones”, sentenció el Presidente del Consejo de Estado, Raúl Castro en el congreso de la UNEAC.

Pero acudo a las citas sobre todo, porque son una muestra de la existencia de ese pensamiento revolucionario de que hablaba al principio. La propia historia cubana tiene el contundente ejemplo de que cuando los grupos portadores de las supuestas ideas más avanzadas se debatían en tontas dilucidaciones y teorizaciones filosóficas oteando faros mesiánicos, un grupo con ideas verdaderamente revolucionarias, con conocimiento práctico de la realidad inmediata —verdadera corrección del materialismo histórico— les pasó por el lado y concluyó la revolución liberadora. La historia reciente de las prácticas socialistas fracasadas nos alertan que la sujeción de estas ideas por tanto tiempo puede perder ese chance llamado “situación revolucionaria” y luego quedar esa desoladora nada ideológica, ese páramo gris que se extiende ahora hacia el este de Europa.

Perder esta posibilidad, concluyo, nos dejaría solos, recordando aquellos versos del preterido Delfín Prats “La realidad disipó lo irreparable de nuestros actos (…) nos sorprendió buscando en medio de los salones encerados, interrogando a los manteles, releyendo tarjetas donde ya no figurarían nuestros nombres”.

Publicado en el boletín Hacerse el cuerdo, de la Unión de Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC) de Villa Clara (Cuba)

 


http://www.cenit.cult.cu/sites/uneac/boletin/0011/index.htm#art-04

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